Ella:
Te tengo manía desde siempre.
Que no es de ahora, que te cogí la matrícula hace tiempo y desde entonces me da alergia todo lo que haces, todo lo que dices o me enseñas aun cuando yo no quiero verlo porque no me interesa.
Te tengo manía por toda esa soberbia, toda esa chulería, la petulancia que te envuelve y en la que en cada movimiento te atrincheras. Me resulta insufrible tu basta suficiencia y eso que esta noche no hemos cruzado ni una palabra, pero es que me resultas imposible y en tu presencia se me vuelve agria hasta el agua.
No se que me pasa, no puedo entender que te ven todas esas pijozorras de lo impreciso que se contonean en la barra como gatas despeluchadas. Sinceramente querido: no es para tanto. Sinceramente no creo que des la talla, porque solo al que ostenta condición de imbécil le cabe en la cabeza llevar la entrepierna al vacío y las gafas de sol caladas en este antro que, liberado del humo por la autoridad competente, ya no esconde el tufo de los borrachos de marca y de las vendedoras ambulantes de las caricias que ni mereces, ni te aplacan. Un chulazo de bote. Un niño de papá con demasiada cilindrada. Un tonto a las tres con pasaporte VIP. Que burdo. ¡Demasiada olla para tan poca metralla!.
Él:
Estas a tres cuerpos de mi y se te huele el amargor de altiva de los cojones mirando el mundo como si el pedestal que son esos zapatos de puta cara te librara de todo lo terrenal.
Te sabes admirada por los temerosos de ser transformados en piedra si no escogen la palabra adecuada. Tu Guardia Pretoriana bien ceñida a tu contorno que tiene forma de guadaña. ¿Quién te toca a ti, frígida monja descolorida?. Yo, ni con un palo.
Ella:
Pollo tonto, vago y enervante y sin embargo, y mira que me requiebra lo que tengo que decirte, aún sin pretenderlo no he podido dejar de fijarme que hay un algo en tus manos que me lleva toda la noche revolcando. Las mueves como un mago y de repente, como un niño chico de la servilleta arrugada has sacado una flor fea, pero flor al fin y al cabo.
Él:
Si lo único que te hace bonito es ese pelo, tan largo y enroscado que con tanta gracia cae sobre tu frente blanca y serena. Sin quitarte un ápice de tonta del carajo, te diré que no paro de mirar tus labios pensando lo bonitos que podrían llegar a ser de una sonrisa regalados. Lástima la piel desperdiciada en la que no se ha fecundado ni un mal te quiero, ni que decir de un beso.
Ella: Eres un imbécil.
Él: Menuda zorra.
Ella: Si fueras un caballo valdrías una pasta por la dentadura tan blanca.
Él:Si fueras un libro me bastaría con acariciar la portada.
Ella:
El pasillo está oscuro. La luz automática se ha apagado y los dos estamos callados y guardando el oxígeno en las entrañas por el miedo del aire exhalado. Desde el vientre se me vuelca el vértigo que me pringa las bragas de fino encaje negro. No puedo verte, pero te presiento. No puedo soñarte, pero vive dios que te deseo.De repente tu mano cálida se ha apoyado en mi cintura y mis pezones reaccionan como vigilantes de seguridad. Duros, tropiezan con la seda negra del vestido que no puede contener la piel erizada. Dejo caer la cartera de mano al suelo y tomo tu muñeca con ánimo de retirarla, pero en lugar de eso la guío, como una insomne en duermevela hacia abajo, al borde del vestido corto por el que se me escapan las ganas de ser profanada como nunca antes lo he sido. Eres un chico listo y suave de tacto pero duro de entrepata. Lo sé porque mi otra mano ya la ha cazado después de tanto apogeo. No puedo verla, pero la sé hermosa y de la talla perfecta para mis sendas.
Él:
Se te escapa un atisbo de gemido y sé que me estás llamando para ser entrada por el falo que espera. No hay preludio ni besos ni otras maneras. Te alzo el vestido y te saco las bragas como un legionario de primera. En mis brazos te vuelves ligera y me dejas ensartarte con tanta decisión que se me escapa un grito de puro gusto. Te relleno entera. Ni falta ni sobra. Me vienes como un guante.
Ella:
La espalda contra la pared. Las piernas que te rodean mientras empujas con fuerza y yo pido más aun porque necesito más de todo. Y tú que lo sabes me muerdes con fuerza mientras me agarro a ti en el viaje a la intimidad de un cuartucho que huele a alcohol y en el que nos dejamos a la indecencia del que no es visto. Enciendes la luz y ya sé que estás leyendo mis ojos de fiebre que quiere ser frotada, apretada y ensartada todas las veces que de la noche.
El:
De repente me sacas de ti. Siento la pérdida como una traición y quiero llorar como un niño caprichoso al que le quitan su juguete. Me fijo en tus ojos pardos. Están riendo de puro goce y no me consuelo cuando me muerdes los labios, cuando me fuerzas el beso que no quiero darte pero reconozco me gusta porque la lengua me acaricia los dientes. Pero tampoco me regalas por mucho este placer, porque me obligo a volcarte sobre una pesada mesa y donde te abro las piernas con ira dejándote a la merced de mi nombre. Touchez.
- (él)Pídeme que te coma porque lo estás deseando .
- (Ella) No.
- (Él) Si no me lo pides no lo haré.
- (Ella) No.
- (él) ¿No?
- (Ella) No......
- (Él) Muy segura te paseas por mi deseo, como si fueras la dueña. Demasiada soberbia, ahora no valdrá tu permiso, tendrás que rogarme que lo haga. Rezar a mi Dios pagano.
- (Ella)No .
- (Él)Y como castigo serás la primera en devorar.
- (Ella) No .
- (Él) Date la vuelta.
Ella:
Y Obedezco sin más mientras me buscas y me encuentras y ya no hay vuelta, solo cadencia y deseo. Mis recovecos son tus sendas, mis ranuras las pisadas en la arena que horadan el deseo que ya no me deja conciencia. Y me pides que te haga mío en mi boca y yo no se hacer sino seguir tu guía perpetua. Obedezco y alzo la vista y estás serio, como enfadado, pero tiene los ojos demudados en placer loco y sé que te vas a dejar ir y entonces paro.
- Pídeme que acabe .
- (Él) No.
- (Ella) Pues como castigo me beberás esta noche hasta que no quede copa, y solo entonces, una vez satisfecha, acabaré mi tarea. - Y obedeces como un animalito y bajas la vista y te pones a hacer los deberes como un seminarista en octubre, hinchado de ganas, a punto de estallar y con la única idea de que me derrame yo primero. Y lo hago.
Él:
Y cierras los ojos cuando decides que no puedes esperar y decidido te hago el amor como si fuera la primera vez de ambos, me deshago cuando lloras lastimosa porque no te queda mecha para quemarte porque ya está ardiendo. Y te pinto de primavera por dentro mientras el temblor te recorre.
Ella:
Todos se han marchado ya.
Él:
Los camareros han dejado la caja cerrada y el local que tan buenos resultados nos está dando, permanece en penumbra.
Ella:
No se escucha más que el ruido de las cámaras frigoríficas mientras me acurruco sobre tu pecho y tú me besas la frente.
Él:
Después de diez años juntos es muy difícil no dejarse comer por la rutina, pero una noche más hemos burlado el aburrimiento.
Ella:
Mañana, AMOR, Dios dirá.