Tienes que morirte para renacer intacto. Si te mueres a medias no es suficiente. Se te quedan retazos de la vida pasada cosidos en las pestañas.
Cuando me senté a escribir por primera vez tenía doce años. Aporreé tan duro las teclas de la Olivetti que no me di cuenta que de repente tenía 38 y un Ipad de tacto clínicamente perfecto.
Ahora voy a publicar "A contrapelo" y os invito a leerla para que conozcáis el universo de mis silencios.
No será fácil, pero tampoco lo es resucitar, y aquí estamos.
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